jueves, 6 de mayo de 2010

La Bestia en la Bella

En mis ojos ella encuentra tranquilidad. No sé cómo lo hce entre tanta oscuridad. Ella encuentra paz en mi mirada. Se siente acompañada.

Sus ojos son para mí un misterio: encierran miedo, angustia, incertidumbre, inseguridad; pero en el fondo se puede ver ese dulce brillo esperanzador, propio de los ojos en los que yace la ingenuidad infantil.

Sus pequeñas y temblorosas manos se aferran con fuerza descomunal a mis brazos cuando se acerca la noche. Me pide protección, pero creo que es más el calor y el consuelo que obtengo de ella que lo que puedo protegerla de sus miedos.

Bella es su nombre, y no puede ser de otra manera: desde el momento de su nacimiento ha sido la niña más hermosa de toda la región. Su belleza tan pura y holística ha causado envidia y devoción en igual proporción, al punto que alguien lazó sobre ella una maldición: una noche cada 28 días sale a flote lo más oscuro de su jóven corazón.

Todavía es muy pequeña para entender que es una sóla noche por mes que ocurre la transformación, por lo que ahora le teme a la noche en general y a cualquier tipo de oscuridad. Cada vez que se pone el sol me pregunta "¿esta noche vendrá la bestia?", y a pesar de que le respondo que no, me pide que no la deje sola hasta que el sol aparezca otra vez.

Triste es esa noche que tengo que contestarle que su más grande temor se hará realidad. Bella rompe a llorar en seguida, callada pero desconsoladamente, y no suelta mis manos hasta que siente que está sucediendo y debe alejarse.

Más de una vez ha escapado de los límites de nuestros terrenos dentro de esa locura que la embriaga. He tenido que ir a buscarla al pueblo, haciendome paso entre la muchedumbre y sus comentarios, que son tan hirientes que casi puedo sentirlos desgarrando mis órganos; y la encuentro ahí, dulcemente dormida, en medio de una estela de destrucción total.

La tildan de monstruo, de bestia. Ahí es que puedo ver cómo es la gente realmente. Cómo su envidia les hace juzgar a alguien por una característica que nisiquiera es propia de esa persona, por encima de todo lo bueno que tiene para dar.

Pocos son los que la reconocen por lo que es. Los que saben ver su luz y aún la llaman Bella en lugar de cualquier otro título despectivo. Son pocos los que saben que lo único que se puede obtener de ella al acercarse es aprendizaje, no daño.

Mi miedo es que semejante estado debilite su mente y la lleve a la locura, pero a la vez confío en que el brillo de su ser podrá sobreponer cualquier oscuridad que se quiera imponer. Me conformo que saber que cada noche de luna llena se libera la Bestia... Pero por el resto del mes es Bella quien gana la guerra...

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