jueves, 1 de marzo de 2018

Carta abierta a un emigrante chavista

Hola, camarada.

¿Qué tal Perú? ¿Cumple tus expectativas? Seguro que extrañas el himno nacional de las 6:00 am cantado por el Comandante, ¿cierto? Nah, mira las locuras que te digo, compatriota, si te ves tan liberado en la foto que subiste ayer con un paisaje hermoso y una comida deliciosa. ¿Sabe igual la comida? ¿Pasa igual, así, sin problemas... como si no hubiera ninguna culpa?

No ha de ser fácil. Para casi todo el mundo es complicado dejar atrás a la familia, los amigos, la vida tal cual como la conoces, para iniciar un nuevo reto de semejante envergadura. Me conmueven esos desprendimientos, esas búsquedas de mejora. Seguro tienes más días malos que buenos, mientras te acomodas. Seguro pasas trabajo... pero nunca como en Venezuela, ¿verdad? Claro que no. En Venezuela te habían prometido que no te ibas a tener que esforzar tanto por conseguir lo que por derecho era tuyo, pero llegó a un punto en que esa pela no la aguantaba nadie. La rodilla siempre en tierra, pero ahora en otra tierra. Lo que importa es el gesto, me imagino.

Me cuesta organizar tu viaje en mi cabeza. No es que tenga que hacerlo, no es que eso te importe mucho o vaya a cambiar tu experiencia, pero igual me cuesta. ¿Te acuerdas la vez que me dijiste que lo del hampa era pura bulla mediática? Si no me equivoco, esa vez me comentaste algo así como "en todo el mundo se muere gente todos los días". ¿Pasa en Perú? ¿40 muertes violentas diarias? Hay que estar pendiente, como en todos lados, pero seguro estás respirando una paz particular. ¿Te la mereces?

Y tanto que hablaste de la gente que se iba. Tanto que criticaste a los que buscaban estudiar afuera. Que por qué no estudiaban aquí, que eran unos traidores. Una vez me dijiste que Venezuela era como una gran madre y me preguntaste, "¿tú abandonarías a tu mamá?" Me miraste con una cara de absoluta suficiencia y diste por cerrado tu argumento con aires de victoria. Supongo que la carta de abandonar a tu madre aplica cuando "tu mamá no es lo que te habían prometido". 

Porque así te has ido desprendiendo de la responsabilidad. "Esto no es lo que el Comandante quería". Qué vaina. Lo que pasa es que con tanta expropiación, con tanto control malsano, con tanto discurso de odio, con tanta tirria contra el que trabaja, con tanta política de facilismo, con tanta dádiva a punta de petróleo, con tanta retórica asquerosa, uno se puede confundir, he de admitirlo. Hubiese pensado que eso era exactamente lo que el Comandante quería. Es más, chico, cuando dijo "denle su voto a Nicolás Maduro" yo pensé que eso era exactamente lo que quería... exactamente lo que hiciste. Pero bueno, mi juicio está un poco nublado por el hambre y la preocupación de qué va a fallar mañana (la electricidad, el agua, el Metro, las camionetas, el sistema de salud, los pagos a los empleados públicos, la seguridad... vamos, que pudieran fallar todos en un mismo día al mismo tiempo).

Mientras tanto, hay gente que desde el 4 de febrero de 1992 está diciendo "esto no está bien" y aquí siguen, muriendo de mengua. Hay muchos que verdaderamente jamás apoyaron esto que se han visto reducidos a lo más mínimo por culpa de las acciones de esos políticos, sí... pero no hubieran llegado allí jamás sin tu ayuda, camarada, y quiero que eso te quede tan claro como el agua limpia a la que ahora tienes acceso. Muchos de nosotros quisimos echarle, bolas. Recuerdo mi discurso de "tengo que quedarme para ayudar a recomponer esto... y ver cómo se acaba el peo". Pero cansa. Cansa porque sientes que este país lo mueve una gente que no tiene que ver nada contigo. Tú entre esos. 

Me cago de la risa cuando recuerdo nuestras discusiones en 2014. Me decías que aquello era una malcriadez, que no se podía hacer una marcha por el hecho de que era difícil viajar a Madrid o que no se conseguía pepel tualé. Sí. Para mí también era una malcriadez, pero por las formas, no por el fondo, porque, como te dije esa vez, no podemos disminuir las necesidades de cada uno. Por eso me extraña que te hayas ido porque "se puso difícil la cosa", porque no consigues comida, porque la medicina de tu mamá está cara y escasa. ¿Qué tanto, si lo importante es que tengamos reivindicación social, igualdad de oportunidades y espacios para que todos alcancemos la comodidad?

Antes me hacía sentir cierta comodidad la idea de que se estuviera yendo la gente que adversaba al gobierno y que se quedaran acá solo los chavistas. Me hacía pensar algo como "bueno... que se queden ellos con su vaina y los que sí tenemos otras aspiraciones le echamos bolas por ahí". Pero obviamente esto no está pasando de ahora (sé que no eres el primero, camarada; de seguro tendrás por ahí tu grupito con el que te reúnes en secreto por las noches para gritar "uh! ah! Chávez no se va!" y sentirte arropado por el sagrado manto de hijoeputez del Comandante) y es un pensamiento bastante ingenuo. Sin embargo, no puedo dejar de sentir el miedo, pavor de pensar "esos también se están yendo. Los que destruyeron todo, los que piden regalado los que exigen como si les tocara por derecho de nacimiento... esos también se están yendo". Y es cuando siento que el mundo es un lugar vasto, injusto y lleno de gente chimba que se toma fotos en un terminal de Perú con frases como "alcanzando la meta". 

Mi naturaleza me lleva a desearte el bien. Soy un tipo bueno. Un "macho beta", como diría Cristopher Moore. Pero tus acciones, (no hablo de tu emigración; eso es lo último y lo más leve), esos votos que diste, esas políticas truchas que apoyaste, ese resentimiento bobo que alimentaste, todo eso me están llevando a mí también a ser un resentido y mirar con odio tus fotos mientras sonríes en otro lado, mientras yo sigo comiéndome un cable aquí a pesar de nunca jamás haber considerado como algo ni remotamente positivo todo el proceso político que tú apoyaste.

Ojalá se te escape un "con Chávez no me hubiese ido". Ojalá se te escape un "es que eso no era lo que pensábamos que iba a pasar cuando votamos por Maduro". Ojalá se te vea en el brazo el tatuaje que tienes de la firma de Chávez. Ojalá te pase algo que delate tu condición (porque sé que tú y muchos otros más andan de incógnito) y puedas sentir la furia de miles y miles de venezolanos que han tenido que abandonar sus hogares y sus familias por culpa de los pacatos que apoyaste.

No estoy orgulloso de estas últimas palabras, pero tampoco me arrepiento de habértelas dicho. 

Hasta la victoria siempre, camarada.

viernes, 29 de diciembre de 2017

Dos mil diecisiete

>Ahora todos sabemos de cine. Todos hablamos de la fuerza del guión, de la cinematografía, de la edición, del montaje de sonido, de la banda sonora. Le ponemos nuestra puntuación a las películas, hablamos de las actuaciones y de posibles Oscars o Golden Globes o SGA. Generamos un canon del buen gusto a partir de las películas que valen la pena ser vistas. Ya no se va al cine por mero disfrute, eso es una pérdida de tiempo. Ahora todos sabemos de cine y ver un "film" es un deleite estético y crítico.

>Ahora todos sabemos lo que es mejor para Venezuela. Todos somos unos observadores preclaros que entendemos los intríngulis de la vida de la vida política y social del país; entendemos que todos mienten, que ninguno es sincero y que este país no vale la pena. Ahora todos sabemos lo que es mejor para Venezuela y nos permitimos ver por encima del hombro al que no lo entiende y sigue votando/marchando/criticando a los actores políticos/desinteresándose/interesándose de más.

>Ahora todos somos unos defensores del idioma y nos quejamos de las concesiones que hace la RAE al intentar de sistematizar el lenguaje cotidiano. Ahora todos somos unos defensores del idioma y utilizamos palabras como "preclaro" o "intríngulis" para intentar darle algo de estatus al más sencillo post de Facebook que publicamos.

>Ahora todos somos expertos en feminismo y en sus implicaciones para la sociedad. Todos estamos totalmente claros de lo positivo/negativo que es, del bien/daño que le ha hecho a la sociedad, de lo que puede alimentar/retroceder el pensamiento sobre las sociedades del mundo. Ahora todos somos expertos en feminismo y nos sentimos en la capacidad (y a veces en la necesidad) de expresar nuestra rotunda opinión al respecto mientras disminuimos al otro.

>Ahora todos entendemos de conceptos básicos y avanzados de economía y nos reímos de quien no ahorra en "moneda fuerte", de quien no usa tarjetas de crédito o de quien aún cree que el Bitcoin es un invento de una cadena de Hotmail. Ahora todos entendemos de conceptos básicos y avanzados de economía, pero eso solo nos sirve para entender con profunda erudición por qué seguimos quebrados a pesar de mantenernos trabajando.

>Ahora todos sabemos de series y hablamos de arco argumental, de desarrollo de los personajes, de guiones fuertes, de las diferencias de los capítulos en función de quien dirige uno u otro. Ahora todos sabemos de series y nos sentimos en la capacidad de hacer listas pretenciosas a final de año.

>Ahora todos tenemos conocimientos avanzados en política exterior, los títulos en ciencias políticas fueron repartidos a diestra y siniestra a través de truculentos concursos de Instagram. Tenemos opiniones filosas e inteligentes sobre el nuevo presidente de Francia, sobre las declaraciones de Trump, sobre el conflicto en Medio Oriente, sobre las políticas de refugiados en Europa. Ahora todos tenemos conocimientos avanzados en política y eso nos hace avalar opiniones que hacen crispar a los demás por puritanos y alienados.

>Ahora todos queremos hacernos famosos a través de las redes sociales, porque si él pudo hacer plata grabando videos de sí mismo cayéndose en el parque por qué yo no. Qué buena vida la de los youtubers, los viners, los instagramers, los facebookers, los tinderers, los grinderers, los snapchatters, los linkediners, los spotifiers. Ahora todos queremos hacernos famosos a través de las redes sociales dando nuestra opinión sobre el producto que hizo famosos a otros a través de las redes sociales.

>Ahora todos nos sentimos en la capacidad de escribir textos pretenciosos en blogs de muy poca circulación para intentar demostrar algún nivel de intelectualidad que en realidad no está allí. Ahora todos nos sentimos con la potestad de decir cosas, porque está permitido... siempre y cuando esté dentro de lo políticamente correcto, no represente un bullying hacia nadie y no se pueda considerar como un acoso sexual deliberado.

>Ahora todos nos sentimos en la capacidad de determinar si alguien puede alegrarse o no por el año que viene. Porque no me importa lo que digas, seguro el 2018 será una mierda.

>Ahora yo quiero desearles a ustedes el mejor de los años en estos 12 meses que vienen. Ojalá sean más leves y ofrezcan nuevas vías de escape a la barbarie.

sábado, 21 de octubre de 2017

Era la miseria

Ayer por la tarde sonó el timbre del apartamento. Es raro. ¿Quién vendría a visitarme? La otra vez sonó y me hice el loco, me dio miedo. Esta vez me sentí envalentonado. Era la tercera vez que sonaba en la semana. La primera lo ignoré, la segunda era una señora buscando una oficina de seguros. Esta vez era una muchacha con ojos tristes y ademanes cansados, que se aferraba a la reja como si no pudiera mantenerse en pie. "Señor, estoy buscando trabajo. ¿Usted podría ayudarme con unos días de trabajo?" La desolación dejó correr su brazo por mi hombro y me dio un abrazo fraternal. Sonrió y me animó a ver a la chica. Ella, la muchacha, esperaba mi respuesta. Por un momento fugaz pensé en que mi compañero de apartamento (qué bolas que no encuentre una traducción satisfactoria al español para "roommate") y yo habíamos estado hablando de contratar a alguien para que nos ayudara un poco con la limpieza del lugar. Pensé en darle esa "oportunidad" a la chica. Pero la desolación, rauda y veloz, me dijo al oído "¿tú en qué país vives, chamo? Estás en Venezuela. ¿Vas a meter aquí a alguien que no conoces?" Negué con la cabeza. Le dije "no, chica, aquí no" en un susurro de vergüenza y dolor. Ella sonrió, ladeó un poco la cabeza y me dijo "gracias". En ese gesto me pareció ver algo de agradecimiento. Tal vez porque no le cerré la puerta en la cara, porque no la insulté, porque no la miré desdeñosamente de arriba a abajo antes de negar con la cabeza y dejarla sola una vez más en aquel pasillo. Ayer por la tarde sonó el timbre del apartamento. Era la miseria.

lunes, 16 de octubre de 2017

"Sigan creyendo en democracia"

>Creo en la democracia aunque no la entiendo muy bien. Creo en el civismo, aunque no sé si lo practico de la forma correcta.

>Creo que debemos combatir la barbarie día tras día: con buenos modales, compartiendo conocimiento, interesándose en el otro, trabajando por el bienestar personal y no por el perjuicio del otro.

>Creo en la práctica de la política según la cuál debemos elegir un representante de nuestros ideales, llámese partido político, llámese representante, llámese candidato, alcalde, gobernador, presidente. Más allá de las taras y fallas que pueda tener ese sistema, creo en él.

>Creo en que los hábitos ayudan a mantener cierta coherencia en la noción de quién soy como persona. La repetición y la automatización se satanizan a menudo, pero son centrales para la construcción de la identidad.

>Creo, con mucha tristeza, en la capacidad que tienen algunas instancias de poder para extender sus dedos putrefactos y aprisionar con fuerza y ponzoña la ilusión que alguien puede tener en un mundo mejor.

>Creo también que precisamente los hábitos y las costumbres pueden ayudar a combatir ese envenenamiento. Envenenamiento que, dicho sea de paso, creo que debe ser combatido.

>Por esto, ante esa frase desdeñosa que he estado escuchando últimamente, ante ese "sigan creyendo en democracia" mi respuesta es "Sí, coño e' tu madre, sigo creyendo en la democracia".

>Sigo creyendo en la democracia, y por eso voy a votar cuando lo considero necesario, pues es mi forma de manifestarme.

>Sigo creyendo en la democracia, y por eso es que apoyo cualquier forma de protesta o manifestación, por más que yo no participe activamente en esas actividades.

>Sigo creyendo en la democracia y por eso es que me parece central el papel de las  Universidades como espacio de debate, discusión y construcción de un pensamiento crítico sobre los hechos que nos rodean.

>Sigo creyendo en la democracia porque me rehúso a que un grupo de delincuentes me roben tanto. Han hecho que mi pasado sea confuso, han borrado un buen pedazo de mi presente y quieren quitarme mi futuro a toda costa. No lo permito.

>Sigo creyendo en la democracia porque es lo que me va a permitir, seguramente, buscar algún mejor destino en alguna tierra fuera de mi país, llegado el momento. 

>Si dejo de creer en la democracia, en el civismo, en las elecciones, en el trabajo, en los estudios, seré el mismo ser alienado y vacío esté donde esté. Me niego rotundamente.

>Sigo creyendo en democracia, porque caer en ese nuevo estado zen de la consciencia en el que "Venezuela ya se murió", "nada tiene sentido en este país", "todos son los mismos, así que para qué", me da terror, tristeza y asco. 

>Sigo creyendo en democracia, aunque no sé exactamente qué es, cómo se ve o cómo funciona. 
   Básicamente sigo creyendo en lo que me parece
                constituye lo que me lleva a ser
                        el ciudadano que deseo ser
No solo en Venezuela
           sino en el mundo

lunes, 26 de junio de 2017

20 años después, todo ha estado bien

Hola, Harry, qué tal.

Espero que los niños estén bien, igual que Ginny. ¿Cómo le va a Ron? ¿Y a Hermione? ¿La ha cambiado mucho eso de ser Ministra? Sobre todo, espero que tú andes bien. Casi 20 años después de la Batalla de Hogwarts, me imagino que la vida es mucho más tranquila y serena, lejos de los reflectores y los artículos malintencionados de la señora Skeeter. Te mereces esa tranquilidad, después de todo. Te mereces la paz de una familia encantadora.

Es loco cómo funciona el tiempo, ¿no? El 26 de junio de 1997, en tu línea temporal, faltaban apenas cuatro días para ver a Dumbledore morir. Era la época en la que aprendías sobre la historia de los horcruxes y entendías todo lo que implicaba la guerra contra Voldemort. En nuestro tiempo, el 26 de junio de 1997 salía al mercado "Harry Potter y la Piedra Filosofal" y se abría para nosotros todo el mundo de posibilidades que J.K. Rowling había plasmado en un par de cientos de páginas. Y mira cómo cambió todo desde esa fecha. 

Yo te conocí unos cuatro años después. En el 97 todavía ni siquiera existía una versión en español y, aún en 2001, estaba aprendiendo sobre los dobleces y recovecos del español; imposible que pudiera acercarme a tu historia en inglés. Cuando te conocí ya había cuatro títulos publicados, pero no mucha gente hablaba de ti aún, Harry. En la prensa aparecían algunos artículos sobre el fenómeno de tus libros y lo que estaba causando en la literatura infantil, pero no mucho más. A pesar de eso, le insistí a mi mamá para comprar "La Piedra Filosofal", ese que hoy cumple 20 años. 16 años después, todavía recuerdo con cariño la emoción de leer esas páginas, la estimulación tan grande para la mente de un niño de nueve años. Fueron tres meses intensos, pero antes de comenzar el cuarto grado del colegio, ya estaba al día con la saga. Después de ese verano de 2001, no hubo vuelta atrás.

Cuando lo veo en retrospectiva, Harry, lo que me han enseñado tus páginas ha sido invaluable. Aún hoy, que tengo años sin revisar alguno de los libros, sigo sintiendo que la deuda contigo aumenta día a día. Posiblemente lo principal fue que lograste cristalizar en mí el hábito de la lectura. Ya vivía en un entorno en el que se valoraba positivamente leer, incluso desde temprana edad, pero esos primeros cuatro libros tuvieron el magnetismo suficiente para mantenerme atado a la lectura de ahí en adelante. El hecho de que me hayas ayudado a convertirme en un lector ya es un logro invaluable.

Recuerdo claramente haber terminado de leer "La Piedra Filosofal", saborear las sensaciones y emociones que experimenté con el libro, y pensar "yo tengo que hacer esto, yo tengo que generar esto". Ya desde unos años antes había empezado a escribir algunas cosas, pero fue luego de esa semana completa de mucho leer y poco jugar que me convencí de querer ser escritor. Por 16 años he perseguido la capacidad de emocionar que he encontrado en todas tus páginas. Aún no sé si lo consigo. De hecho, espero no poder conseguirlo jamás, ya que es esa búsqueda la que me mantiene activo narrando historias, intentando que algún niño en el sofá de su cama termine de leer alguno de mis relatos y diga "yo tengo que hacer esto".

Pero me enseñaste también muchas lecciones de vida, Harry. Me enseñaste la importancia de los amigos, la relevancia de esos vínculos tan especiales y azarosos. Me enseñaste lo vital que es encontrar un hogar y compartirlo con las personas que amas, con esa familia que vas eligiendo día a día con el pasar de los años. No sabes cómo valoro los Ron, Hermione, Seamos, Dean, Ginny, Fred, George, Hagrid, Colin, Neville, Luna que he ido encontrando en mi vida. De todos se aprende, de todos se gana. Todos nos complementan y eso es algo que siempre llevaré conmigo.

Me enseñaste sobre la importancia de los mentores. No tienes idea. Cada enseñanza de Sirius, de Lupin, de McGonagall, del mismo Snape, de Hagrid, ¡de Dumbledore, por dios! Cada una de las enseñanzas que te daban esos maestros, también me las daban a mí y me enseñaban a crecer, a aprender de humildad, de respeto, de confianza en el otro. Dumbledore... en especial de Dumbledore he aprendido las mejores lecciones. De él aprendí, tanto como tú, que incluso la persona más capaz del mundo es eso, una persona, y por lo tanto está llena de fallas, irregularidades, defectos. Pero eso las hacen precisamente más hermosas: el hecho de que, por muy poderosos y sabios que sean, son tan humanos como tú. También agradezco lo que me ayudaste a valorar a mis maestros. 

Tu lucha contra Voldemort también me enseñó de cierta forma que el principal enemigo al que enfrentamos somos nosotros mismos. Vamos, que Voldemort luchaba, entre otras cosas, con las cosas de él que veía en ti. Y tú de cierta forma estuviste batallando contra eso de Voldemort que vivía en ti; también luchaste fervientemente contra tus propias características que te alejaban de la posibilidad de derrotarlo. Y al final, más que por ti, fue por él mismo que resultó derrotado Voldemort: por su arrogancia, por su grandilocuencia... por su miedo.

Y también me enseñaste sobre la vida, Harry. Rowling dice que una de las temáticas principales de la saga es la muerte y, en contraste, también nos da unas lecciones importantísimas sobre la vida. Desde la primera vez que la leí, se me quedó grabada en la mente esta frase de Dumbledore: "El verdadero maestro de la muerte no es aquel que consigue burlarla y vivir para siempre, sino aquel que acepta que la muerte es inevitable y que en la vida hay cosas peores que morir". Yo siempre le agrego "y hay cosas mejores". Esa es la enseñanza principal que me llevo de todas tus aventuras: la vida hay que vivirla, con todo lo que trae; de la muerte nos ocuparemos luego. Es por eso que decidí tatuarme el símbolo de las Reliquias de la Muerte, como recordatorio de esa lección; como una especie de "carpe diem" de los tiempos modernos. 

Fue Dumbledore quien te dijo que lo que nos definía eran nuestras elecciones, no nuestras habilidades. Más allá de mi habilidad para leer, mi decisión fue abrir ese primer libro y adentrarme en ese nuevo universo que se me presentaba. Y vaya que esta decisión me ha definido desde ese momento hasta ahora.

Reí, lloré, me asusté, me alegré, me molesté y me emocioné tantas veces a lo largo de la saga... debo agradecerte por eso. Debo agradecerte por toda la gente chévere que he conocido gracias a tus historias. Debo agradecerte por ese lenguaje de hechizos, lugares, personajes, objetos y bestias que nos has dado. Debo agradecerte por esa identidad que hemos generado alrededor de las casas de Hogwarts y lo que representan. Debo agradecerte por estos 16 años que me has acompañado y por los 20 en los que has cambiado muchas cosas. 

A pesar de todo, en lo que respecta a mi relación contigo y tus libros, 20 años después, todo ha estado bien.

Nox.

jueves, 25 de mayo de 2017

Memorias de un piano profanado

Cuando vine al mundo me aseguraron que sería el rey de los instrumentos. Me llenaron la mente de promesas sobre un futuro brillante. Por mis formas, por mis sonidos, por mis detalles, me hicieron creer que solo las más excelsas melodías serían generadas en mi teclado para que pudiera contar al mundo de las bellezas que se esconden en las más ínfimas reverberaciones de una caja de resonancia.

¿Quién tiene una mente tan macabra como para hacer semejantes promesas vacías? ¿Cómo osan jugar con los sueños de un instrumento naciente de esa manera? Aquellas palabras con las que me bautizaron me hicieron creer que estaba protegido de todo dolor, exorcizado de todo mal, alejado de todo terror. Y sin embargo aquí estoy, años después, con sensación de asco por todo mi cuerpo. Eso, me siento asqueado, sucio, profanado. Por momentos deseo saltar por un edificio y ver todas mis partes desperdigadas por el suelo. No ser nunca jamás.

Trato de anular la imagen, pero siempre viene a mí: el hombre enorme y tosco, con olor a sangre seca, con ademanes sospechosos, con esas manazas detestables. Y las posó sobre mí. Se atrevió a dejar caer esos toletes de carne sobre mi teclado. Y no solo eso. Me veía con frenesí, como si supiera lo que estaba haciendo, como si estuviera arrebatado por una inspiración divina, por una musa venida del mismísimo Olimpo a investirlo con las más exquisitas habilidades para la música. Pero no. Lo que siguió a continuación solo puede ser descrito como una violación.

Aquellos dedos gordos y sin ritmo hundían sin ningún tipo de consideración todas mis piezas. Porque eso sí tendré que concederle: el tipo se esmeró en tocar cada una de mis piezas... las naturales, al menos, según lo que puedo recordar de tan fatídico momento. Sus dedos solo ratificaban su in-sentido de la armonía, su sordera para cualquier sonido que fuese delicado, su total brutalidad ante las bellezas del universo.

Recordé un consejo que me dio un instrumento más experimentado que yo, cuando apenas estaba saliendo al ruedo. Me dijo que si alguna vez me tocaba la desdicha de un ejecutante sin talento o instrucción, escogiera la canción más triste del mundo y la hiciera sonar. Decidí entonces entonar el lamento de tantas personas que, a manos del mismo papanatas que tenía encima, han pasado hambre, miedo, rabia, terror. Decidí mostrar a todo el que me pudiera escuchar la fatídica melodía de la dictadura y la opresión. Fue entonces cuando, tranquilo con mi rol de mensajero, pude dejarme ir y verlo terminar su obra siniestra como si se tratara de la más sublime sinfonía jamás escrita. 

jueves, 11 de mayo de 2017

No me hablen de héroes

No me hablen de héroes ni de mártires; no quiero saber nada de eso. No quiero saber de esos títulos, de esos "símbolos", de esas glorificaciones de la muerte. Hablemos de asesinados, de jóvenes a quienes les fue arrebatada la vida por un gobierno pacato, cruel, insensible. Hablemos de jóvenes cuya pérdida de futuro se ve confirmada con el último aliento que dan dentro de una protesta; protesta a la que llegan con el empuje del futuro que ya en vida sentía que habían perdido.

No me hablen de héroes ni de mártires. Cuéntenme de las madres que no dirán "ahí va mi héroe", porque eso lo decían cuando veían a su hijo traerle logros y alegrías a casa. Cuéntenme de las madres que cada noche repetirán el nombre de sus hijos, mientras recuerdan sus sonrisas y ocurrencias, mientras imaginan cómo se verían de grandes, mientras elucubran cómo habría sido el momento en que conocieran a los hijos de su hijo arrebatado, a los nuevos héroes.

No me hablen de héroes ni de mártires. Háblenme sobre los amigos que quedan mutilados en el alma con la caída de cada joven a manos de la represión. Sentémonos a pensar en el dolor profundo de aquel que ahora piensa con tristeza en las andanzas de la adolescencia. Pensemos y hablemos un poco de la melancolía que vivirá con ellos de ahora en más, de la sensación de injusticia, de la rabia por la impunidad. Cuéntenme sobre los niños que no conocerán a sus tíos putativos, esos que no son hermanos de sangre de sus padres, pero se abrazan con amor profundo cuando se encuentran. Vamos a pensar en todos los niños que llevarán los nombres de esos que ya, aunque se desgañiten llamándolos, no contestarán jamás.

No me hablen de héroes, de verdad no lo hagan. Hablemos del futuro de un país que se va haciendo cada vez más aciago. Entre los que se van, los adultos que ya juegan sus últimas cartas, los niños de la calle, los que crecen en el odio y la intolerancia y los que nos están arrebatando violentamente en cada manifestación, ¿quiénes se quedarán a reconstruir el país? ¿Quiénes lo harán grande? Hablemos de cada oportunidad que se apaga para este país, al tiempo que se apaga la luz en los ojos de todos los que se nos han ido en esta lucha.

No me hablen de mártires, de héroes, de guerreros, porque están muertos ahora. No me hablen de eso, porque son palabras que intentan justificar lo injustificable: una muerte prematura. No me lo repitan más, porque siento que cada vez más jóvenes buscan esos ideales de heroísmo y se lanzan a las calles sin miedo a todo el dolor que pueden dejar atrás; se lanzan a las calles resteados, seguros de que esta es la última oportunidad que tienen para construir un futuro en el país que los vio nacer. No me hablen de héroes, háblenme de responsables y de la condena que debemos hacerles de aquí hasta sus últimos días. 

No me hablen de héroes, mucho menos si han muerto. No me digan que "valió la pena" porque jamás, jamás de los jamases va a valer la pena un sacrificio de ese tamaño. No me digan que son héroes por haber muerto, porque muchos de ellos hacían muchos más actos heroicos vivos: ciudadanos ejemplares, estudiantes destacados, amigos entrañables, hijos adorados, esos son los héroes.

No me hablen de héroes, en especial cuando ya no están. Posiblemente lo fueron mientras vivían, pero ahora son los caídos, los asesinados por un régimen que se rehúsa a atender, a liberar el país que tienen secuestrado. 

No me hablen de héroes. Intenten dar consuelo a los familiares y amigos heridos, a quienes siempre les dolerá ese nombre que ahora se suma a la lista nefasta.