sábado, 2 de mayo de 2015

Sonidos de Caracas: Nostalgia

El muchacho entra al vagón del metro, con los pasos signados por el cansancio. La gorra desteñida habla de largas horas bajo el sol. Una fina costra oscura recubre su cuerpo; son días sin bañarse. Es también una coraza para protegerse de alguna manera de las inclemencias de la calle. Ha tenido que aprender a defender su vida con los dientes, eso lo muestran las cicatrices mal curadas que decoran sus brazos y algunas partes del cuello.
El muchacho camina hacia el centro del vagón para comenzar con su pregón. Se detiene frente a otro que acaba de entrar. Lo mira rápidamente y lo reconoce de inmediato. “¡Apache!”, lo saluda. El otro responde con ese “¡Épale!” de quien no reconoce de inmediato a quien le dirige la palabra
–¿Qué más?, ¿seguiste estudiando? –pregunta el primero.
–Claro, chamo –contesta Apache.
–Así es que es, hermano –contesta el muchacho. Su cara de decepción lo viste con una tristeza que ha venido arrastrando desde hace tiempo. La culpa y la vergüenza lo llevan a detener ahí la conversación. Se dirige al resto de pasajeros y comienza– Buenas tardes, señores pasajeros, mi intención no es molestarles, pero tengo que hablarles con la verdad…

Apache sigue viéndolo mientras habla. En su cara se dibuja una interrogante. Pareciera que intenta entender en qué momento el chamo con el que jugaba pelota de goma en la cuadra se convirtió en ese que ve pidiendo dinero. La nostalgia que lo embarga no tiene que ver únicamente con los recuerdos de ese niño inocente con el que compartió la infancia, sino también con el futuro que su amigo jamás tendrá.