viernes, 25 de febrero de 2011

El Último Blues

Todavía aquel viejo tocadiscos funcionaba. No sonaba con la misma potencia y claridad que antes, pero funcionaba. Al menos para lo que ellos querían era suficiente.

Sonaba su canción favorita. Una canción lenta, melancólica, pero dulce. Una canción que les recordaba sus mejores momentos. La canción que él tocaba cuando se conocieron. 

Ellos la bailaban lentamente. Apenas moviéndose del lugar en el que estaban. Apenas moviendo los pies… apenas moviéndose. Se balanceaban lentamente, al mismo ritmo de la música. Se balanceaban mientras estaban abrazados, sintiendo la respiración, el cariño del otro.

Habían decidido que si ya no quedaba lugar al que escapar, que si ya era inevitable, lo mejor era disfrutar los últimos minutos. Lo mejor era bailar en paz hasta que todo terminara.

Realmente para ellos la idea de un final no era algo que les generara ningún tipo de angustia, pues su momento ya estaba cerca de igual manera; sin embargo se sentían mal por sus hijos y nietos, que no conocerían el mundo en la extensión en la que ellos lo habían conocido.

Cuando el suelo empezó a temblar. Se detuvieron un momento y se sonrieron. Se abrazaron fuertemente y siguieron meciéndose el rito de la música, hasta que llegara el final…

Una vez que la gran luz hubo pasado, no quedó nadie. Había casas, edificios, carros en las calles, pero no había personas. Se habían ido para siempre.

En aquella casa de la puerta desencajada, lo único que parecía seguir con vida era el viejo tocadiscos, reproduciendo el mismo blues una y otra vez por el resto de los días…

lunes, 21 de febrero de 2011

El por qué de las características de la sociedad venezolana. La verdad revelada.

Me gusta cuando hablo con mi mamá porque encuentro que compartimos ideas que, cuando a mi se me habían ocurrido, me parecían aberraciones. Luego de esas charlas hasta le consigo un lado jocoso a nuestros temas de conversación.

Ahora les hablaré de las conclusiones que saqué a partir de una de esas conversaciones. Debo recordar a aquellos lectores más sensibles que pasan por mi blog que todo esto es humor barato, es una parodia, así que no hay por qué tomárselo en serio… al menos no del todo.

La gran conclusión a la que llegamos mi mamá y yo, después de 20 minutos de Globovisión y 10 minutos de chistes, es que Venezuela está como está, es como es, porque nos tocaron los peores ancestros posibles. Así de sencillo.

Si hoy en día nos parece que estamos unos pasos más atrás que muchas naciones en distintos aspectos como economía, deportes, entre otros, sólo hace falta mirar hacia atrás, a nuestros aborígenes, y darnos cuenta de que no es nada nuevo.

¿Cómo es posible que mientras en Perú creaban toda una ciudad de piedra en la montaña, aquí en Venezuela los indígenas les daba flojera irse del lago y vivían en palafitos? Es que me los imagino hablando “mira, allá abajo dicen que tienen tremenda ciudad de piedra, con casas y tal, bien de pinga” y el otro le contestaría “bien pendejos que son, nosotros aquí tenemos nuestras casitas en la playa, agarramos nuestros pescados de una, montamos la parrilla y bórralo bicho”.

Es gracioso pensar que mientras había unos indios arquitectos partiéndose el lomo ideando cómo crear unas estructuras a las que se les vira una forma desde arriba allá en Nazca, aquí los de nosotros estaban era haciendo torres y torres de casabe para comérselas con palmito en alguna celebración a alguna deidad en que creyeran.

Nuestros indios eran tan ociosos, que se la pasaban clavándose palillos en la cara, mientras los Mayas se devanaban los sesos creando uno calendario con final sorpresa.

Y cuando llegaron los españoles, la situación no mejoró nada. Es bien sabido por todos que la tripulación de Colón constaba en su mayoría de presos y gente no muy aceptada en Europa y estoy seguro de que aquí a Venezuela, por la suerte que tenemos, llegaron los peores de todos.

Esa gente llegó a nuestro terreno, se vio libre y empezaron a hacer desastre. Sexo, alcohol, me imagino que hasta drogas. Esos sucios seguro le quitaban a los indios las plantas con las que se transportaban para ver a sus dioses y muertos y boom, tenemos porros.

Obviamente, la mezcla entre estos españoles defectuosos y nuestros indígenas no muy industriosos no fue nada buena. Me imagino a los españoles intentando cambiarle vino barato por oro a los indios, y los indios diciendo cosas como “uh, sí, esta cosa está muy bien, pero prueben esto, hombres blancos” y empezaban a darle cocuy a los españoles. Una locura.

La cuestión no mejoró nada cuando empezaron a traer a los negros. Los españoles se buscaron a los negros más flojos, pantalleros y rumberos de toda África. Si no me creen, hablen con cualquier negro de Venezuela, de seguro tiene una de estas tres características… o las tres.

Lo cierto es que esos negros lo que hacían era bailar tambor como unos desgraciados. Los cristianos les cambiaron sus deidades y ellos agarraron y les pusieron otros nombres, con tal de poder seguir haciendo sus parrandas de tambores en paz. Eso era todo lo que hacían, bailar tambor y hacer hallacas… Y por supuesto, hacer todo lo que los blancos no podían hacer…

Así que esto es más o menos como veo el panorama de nuestros ancestros y el por qué del cómo somos en Venezuela. Una loca mezcla de antepasados erráticos que terminó dando esto… Lo más divertido del asunto, es que a pesar de toda la locura que envuelve nuestro país y nuestra sociedad, si me preguntaran una vez más dónde querría nacer, de seguro escogería de nuevo Venezuela… pero tal vez en los 60’s o dentro d 40 años… ¡Hasta la vista!