jueves, 1 de marzo de 2018

Carta abierta a un emigrante chavista

Hola, camarada.

¿Qué tal Perú? ¿Cumple tus expectativas? Seguro que extrañas el himno nacional de las 6:00 am cantado por el Comandante, ¿cierto? Nah, mira las locuras que te digo, compatriota, si te ves tan liberado en la foto que subiste ayer con un paisaje hermoso y una comida deliciosa. ¿Sabe igual la comida? ¿Pasa igual, así, sin problemas... como si no hubiera ninguna culpa?

No ha de ser fácil. Para casi todo el mundo es complicado dejar atrás a la familia, los amigos, la vida tal cual como la conoces, para iniciar un nuevo reto de semejante envergadura. Me conmueven esos desprendimientos, esas búsquedas de mejora. Seguro tienes más días malos que buenos, mientras te acomodas. Seguro pasas trabajo... pero nunca como en Venezuela, ¿verdad? Claro que no. En Venezuela te habían prometido que no te ibas a tener que esforzar tanto por conseguir lo que por derecho era tuyo, pero llegó a un punto en que esa pela no la aguantaba nadie. La rodilla siempre en tierra, pero ahora en otra tierra. Lo que importa es el gesto, me imagino.

Me cuesta organizar tu viaje en mi cabeza. No es que tenga que hacerlo, no es que eso te importe mucho o vaya a cambiar tu experiencia, pero igual me cuesta. ¿Te acuerdas la vez que me dijiste que lo del hampa era pura bulla mediática? Si no me equivoco, esa vez me comentaste algo así como "en todo el mundo se muere gente todos los días". ¿Pasa en Perú? ¿40 muertes violentas diarias? Hay que estar pendiente, como en todos lados, pero seguro estás respirando una paz particular. ¿Te la mereces?

Y tanto que hablaste de la gente que se iba. Tanto que criticaste a los que buscaban estudiar afuera. Que por qué no estudiaban aquí, que eran unos traidores. Una vez me dijiste que Venezuela era como una gran madre y me preguntaste, "¿tú abandonarías a tu mamá?" Me miraste con una cara de absoluta suficiencia y diste por cerrado tu argumento con aires de victoria. Supongo que la carta de abandonar a tu madre aplica cuando "tu mamá no es lo que te habían prometido". 

Porque así te has ido desprendiendo de la responsabilidad. "Esto no es lo que el Comandante quería". Qué vaina. Lo que pasa es que con tanta expropiación, con tanto control malsano, con tanto discurso de odio, con tanta tirria contra el que trabaja, con tanta política de facilismo, con tanta dádiva a punta de petróleo, con tanta retórica asquerosa, uno se puede confundir, he de admitirlo. Hubiese pensado que eso era exactamente lo que el Comandante quería. Es más, chico, cuando dijo "denle su voto a Nicolás Maduro" yo pensé que eso era exactamente lo que quería... exactamente lo que hiciste. Pero bueno, mi juicio está un poco nublado por el hambre y la preocupación de qué va a fallar mañana (la electricidad, el agua, el Metro, las camionetas, el sistema de salud, los pagos a los empleados públicos, la seguridad... vamos, que pudieran fallar todos en un mismo día al mismo tiempo).

Mientras tanto, hay gente que desde el 4 de febrero de 1992 está diciendo "esto no está bien" y aquí siguen, muriendo de mengua. Hay muchos que verdaderamente jamás apoyaron esto que se han visto reducidos a lo más mínimo por culpa de las acciones de esos políticos, sí... pero no hubieran llegado allí jamás sin tu ayuda, camarada, y quiero que eso te quede tan claro como el agua limpia a la que ahora tienes acceso. Muchos de nosotros quisimos echarle, bolas. Recuerdo mi discurso de "tengo que quedarme para ayudar a recomponer esto... y ver cómo se acaba el peo". Pero cansa. Cansa porque sientes que este país lo mueve una gente que no tiene que ver nada contigo. Tú entre esos. 

Me cago de la risa cuando recuerdo nuestras discusiones en 2014. Me decías que aquello era una malcriadez, que no se podía hacer una marcha por el hecho de que era difícil viajar a Madrid o que no se conseguía pepel tualé. Sí. Para mí también era una malcriadez, pero por las formas, no por el fondo, porque, como te dije esa vez, no podemos disminuir las necesidades de cada uno. Por eso me extraña que te hayas ido porque "se puso difícil la cosa", porque no consigues comida, porque la medicina de tu mamá está cara y escasa. ¿Qué tanto, si lo importante es que tengamos reivindicación social, igualdad de oportunidades y espacios para que todos alcancemos la comodidad?

Antes me hacía sentir cierta comodidad la idea de que se estuviera yendo la gente que adversaba al gobierno y que se quedaran acá solo los chavistas. Me hacía pensar algo como "bueno... que se queden ellos con su vaina y los que sí tenemos otras aspiraciones le echamos bolas por ahí". Pero obviamente esto no está pasando de ahora (sé que no eres el primero, camarada; de seguro tendrás por ahí tu grupito con el que te reúnes en secreto por las noches para gritar "uh! ah! Chávez no se va!" y sentirte arropado por el sagrado manto de hijoeputez del Comandante) y es un pensamiento bastante ingenuo. Sin embargo, no puedo dejar de sentir el miedo, pavor de pensar "esos también se están yendo. Los que destruyeron todo, los que piden regalado los que exigen como si les tocara por derecho de nacimiento... esos también se están yendo". Y es cuando siento que el mundo es un lugar vasto, injusto y lleno de gente chimba que se toma fotos en un terminal de Perú con frases como "alcanzando la meta". 

Mi naturaleza me lleva a desearte el bien. Soy un tipo bueno. Un "macho beta", como diría Cristopher Moore. Pero tus acciones, (no hablo de tu emigración; eso es lo último y lo más leve), esos votos que diste, esas políticas truchas que apoyaste, ese resentimiento bobo que alimentaste, todo eso me están llevando a mí también a ser un resentido y mirar con odio tus fotos mientras sonríes en otro lado, mientras yo sigo comiéndome un cable aquí a pesar de nunca jamás haber considerado como algo ni remotamente positivo todo el proceso político que tú apoyaste.

Ojalá se te escape un "con Chávez no me hubiese ido". Ojalá se te escape un "es que eso no era lo que pensábamos que iba a pasar cuando votamos por Maduro". Ojalá se te vea en el brazo el tatuaje que tienes de la firma de Chávez. Ojalá te pase algo que delate tu condición (porque sé que tú y muchos otros más andan de incógnito) y puedas sentir la furia de miles y miles de venezolanos que han tenido que abandonar sus hogares y sus familias por culpa de los pacatos que apoyaste.

No estoy orgulloso de estas últimas palabras, pero tampoco me arrepiento de habértelas dicho. 

Hasta la victoria siempre, camarada.

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