sábado, 27 de julio de 2013

Documento Intransferible (Parte II: La complejidad de las almas)

La mañana siguiente, todo lo que había sucedido en casa de Esteban se veía como un recuerdo borroso, como un sueño mal recordado, pero igual seguía sintiéndome extraño. Empecé a notar diferencias tan pronto me senté en mi cama y empecé a despertarme poco a poco. En mi mente había una confusión bastante particular. Mis recuerdos luchaban contra unos recuerdos ajenos por la prevalencia en mi memoria; era muy raro y muy difícil de creer, pero podía acceder con facilidad a los recuerdos más preciados de Esteban Valdivieso.
Obviamente, al tener sus recuerdos, me di cuenta de que también tendría algunas de sus habilidades, como hacer aros con el humo del cigarrillo, recitar el abecedario eructando o expulsar espaguetis por la nariz. Todas habilidades inservibles, pero que le servían a Esteban para entretener a la gente en las reuniones. No sabía si sentirme bien o mal por poder hacer todas esas peripecias.
Pero esto no era tan provechoso como podría parecer a simple vista. En principio, tener los recuerdos y habilidades de alguien más puede ser una ventaja, pero para mí, que no estaba acostumbrado a esto de cambiar almas, resultaba todo lo contrario. La sensación de incomodidad aún se mantenía y me afectaba en todo aspecto. Era como si no supiera utilizar mi propio cuerpo. Me tropezaba con todo, no sabía cómo vestirme. Los olores en mi propia casa me causaban náuseas y me era muy difícil distinguir las voces de mi familia. Era como si no fuera Esteban, pero tampoco fuera yo mismo. Estaba en un limbo identitario causado por el intercambio de almas.
Al salir a la calle, inmediatamente pude entender a qué hacía referencia Esteban cuando hablaba de asuntos que eran incompatibles con su alma. Aparentemente el alma de Esteban Valdivieso era bastante delicada y se resistía a muchas cosas. Era como estar enfermo del estómago y que todo el mundo te generara náuseas y malestar.
Cuando iba saliendo de la casa, mi mamá se acercó a darme un beso y pude sentir cómo desde mi pecho se generaba un sentimiento. Me vinieron unas ganas horribles de apartarla y gritarle que no me estuviera acercando sus labios babosos y llenos de nicotina a la cara otra vez. Pero pude calmarme, aguantarme y salir a la calle a probar qué otras cosas no podía hacer el alma de Esteban.
Básicamente todas las vitrinas de comidas estaban en conflicto con el alma de Esteban. Nada le producía el mínimo interés culinario. Solo un mercadillo que vendía puras verduras “artesanales” y unos batidos extraños que eran todos iguales pero con etiquetas que marcaban nombres y precios distintos.
Toda la ropa que veía por la calle me parecía fea, desactualizada o demasiado actualizada; nada parecía atinar. Excepto la ropa que estaba en el pequeño mercado de las moscas a unas cuadras de mi casa. Todo eso era genial para el alma de Esteban. Incluso terminé comprando unas camisas de satén simplemente porque no pude contener el impulso del alma de mi amigo.
Al alma de Esteban también parecía que le gustaba sacar cosas de los bolsillos y las carteras de la gente. Más de una vez sorprendí a mi propia mano moviéndose sospechosamente hacia las pertenencias de alguien más, a punto de robarse un celular, una cámara o una caja de cigarros. Esa era una maña de Esteban que no quería conocer; ahora iba a tener que estar pendiente todo el tiempo cuando ese pana estuviera cerca.
Otro problema con el alma de Esteban era su afán por caerle a cualquier cosa con cabello largo y falda. Chama que pasaba, chama a la que el alma de Esteban me impulsaba a decirle algo. Lo gracioso es que el alma de esteban era ingeniosa e inventaba los piropos más alocados de toda la ciudad, pero las muchachas volteaban y se reían pícaramente. Con razón ese carajo cuadraba tanto. Tenía talento para la cuestión.

Así me fui dando cuenta de lo complicado que es el alma de la persona, de lo enredado que es intentar ser alguien más. Así me fui dando cuenta de que la esencia de alguien es suya y de nadie más y que es muy difícil intentar compartirla o, peor aún, entenderla. Con esa experiencia tan extraña que tuve entendí que el alma debería ser un documento intransferible.

[Esto fue un mateo.com. Peace]

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