viernes, 25 de febrero de 2011

El Último Blues

Todavía aquel viejo tocadiscos funcionaba. No sonaba con la misma potencia y claridad que antes, pero funcionaba. Al menos para lo que ellos querían era suficiente.

Sonaba su canción favorita. Una canción lenta, melancólica, pero dulce. Una canción que les recordaba sus mejores momentos. La canción que él tocaba cuando se conocieron. 

Ellos la bailaban lentamente. Apenas moviéndose del lugar en el que estaban. Apenas moviendo los pies… apenas moviéndose. Se balanceaban lentamente, al mismo ritmo de la música. Se balanceaban mientras estaban abrazados, sintiendo la respiración, el cariño del otro.

Habían decidido que si ya no quedaba lugar al que escapar, que si ya era inevitable, lo mejor era disfrutar los últimos minutos. Lo mejor era bailar en paz hasta que todo terminara.

Realmente para ellos la idea de un final no era algo que les generara ningún tipo de angustia, pues su momento ya estaba cerca de igual manera; sin embargo se sentían mal por sus hijos y nietos, que no conocerían el mundo en la extensión en la que ellos lo habían conocido.

Cuando el suelo empezó a temblar. Se detuvieron un momento y se sonrieron. Se abrazaron fuertemente y siguieron meciéndose el rito de la música, hasta que llegara el final…

Una vez que la gran luz hubo pasado, no quedó nadie. Había casas, edificios, carros en las calles, pero no había personas. Se habían ido para siempre.

En aquella casa de la puerta desencajada, lo único que parecía seguir con vida era el viejo tocadiscos, reproduciendo el mismo blues una y otra vez por el resto de los días…

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