domingo, 8 de agosto de 2010

Carta (Estimado señor asesino)

Estimado señor asesino,

Le escribe el padre de la niña a la que usted mató hace un par de meses atrás. Tal vez este gesto le parezca un poco extraño (créame que no es usted el único que piensa eso), pero me pareció que era justo, necesario. Terapéutico... para ambos.

Es posible también que usted finja que esta carta no tiene ningún tipo de sentido, debido a que usted y su defensa insisten en su inocencia, pero el día en que lo vi en el juicio, señor Asesino, vi culpa en sus ojos. Estoy tan seguro de eso como que mi hija menor está muerta.

Déjeme empezar por decirle que, contrario a lo que muchos pueden pensar, yo, y estoy casi seguro de que mi esposa tampoco, no siento rencor hacia usted. El dolor de la pérdida de un hijo es una pena muy grande como para dejar espacio y tiempo al odio. Prefiero pasar mis ratos recordando a mi hija y llorando de nostalgia que pensando en usted y llorando de rabia. Además, odiarlo señor Asesino, sería establecer un tipo de vínculo emocional con usted... No. No hay odio.

En todo caso creo que lo que sentíamos mi esposa y yo antes de ese juicio era miedo. Terror. Miedo porque en mi mente solo un monstruo podría ser capaz de una atrocidad como el asesinato de mi niña. Solo una bestia totalmente inhumana podría ser la perpetradora de semejante acto antinatural. Pero luego lo vi entrando a la sala donde se celebraría el juicio y vi que era un humano como todos en el recinto. Lejos de sentir rabia o algo por el estilo, no dude en creerme cuando le digo, señor Asesino, que lo que sentí al verlo fue alivio, pues supe que esa clase de monstruo que yo pensaba que aparecería por la puerta por la que usted entró, sólo existe en mi imaginación.

Si bien lo único importante es terminar de demostrar que usted es el culpable, no puedo evitar (y parece ser algo normal) preguntarme por qué. ¿Por qué, señor Asesino? ¡Por qué mi hija? ¿Para qué? ¿Qué daño pudo hacerle una niña de doce años para que usted simplemente llegara y la estrangunlara? No hubo robo, ni violación, ni secuestro, ni amenazas, ni golpes. Solo llegar, matar e irse... ¿Por qué? ¿Para qué?

Por otro lado, no se si darle las gracias por eso. Entiendo que esto sonará increíblemente extraño y que no tiene ninguna lógica, pero al menos no tengo una imagen de mi hija ensangrentada, hinchada y mutilada abandonada en un callejón... En realidad desearía no tener solo imágenes de ella y tenerla aquí a mi lado en este momento... Pero la vida no es perfecto, ¿cierto, señor Asesino?

Por más bizarro que parezca y por mucho que me aborrezca a mí mismo en este momento por lo que estoy haciendo, debo agradecerle de nuevo. Este duro episodio ha hecho que mi familia se haya unido otra vez; que hayamos vuelto a ser eso, una familia; que sintamos el apoyo y el calor del otro. Ojalá usted pueda sentir eso, señor Asesino... Ojalá.

Desearle mal no devolverá a mi hija, así que no tiene sentido. Tampoco lo tiene que nos pida disculpas, pues el daño, el inmensurable daño, ya está hecho. Rezaré por usted, señor Asesino, rezaré por su alma y por su mente...

Rezaré por su paz espiritual y por su cordura, porque sé que una vez que el arrepentimiento toque la puerta de su razón y usted le deje entrar, no lo abandonará hasta su último día. Rezaré por que la luz aparezca en su vida, porque cuando entienda lo que ha hecho el sol no brillará más para usted.

Se despide, estimado señor Asesino, el padre de la niña que usted mató hace unos meses, deseando con todo su corazón que usted nunca pase por algo parecido a lo que yo estoy atravesando, pues no tengo duda de que usted nunca lo soportaría.

Que tenga un feliz día...

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