El grito de "¡eres un inútil!" de su padre, todavía retumbaba con fuerza en su cabeza; y la mirada de decepción de su madre pesaba sobre él, igual que unos minutos antes. Les dejó sentir su ira con un portazo que de seguro se escuchó en todo el vecindario. Se paró de espaldas a su casa, limpió las lágrimas que brotaban llenas de ira de sus ojos, respiró hondo y empezó a caminar, con determinación, hacia ese destino que ya había seleccionado para sí mismo un tiempo atrás.
Algo debió haber hecho en su vida pasada. Algo grande y malo, pues esta vida que le habían dado era totalmente un asco. Padres que no lo apreciaban, amigos falsos, un trabajo que apestaba, una universidad inservible… un fracaso tras otro… por más que intentaba no había manera en que esas muy pequeñas cosas buenas que se suponía había en su vida, pudieran opacar todas las cosas malas que estaba seguro que existían.
Pisaba con fuerza mientras caminaba a paso rápido. Pisaba con ira, como intentando que el mundo sufriera de igual manera a como él estaba sufriendo. La gente lo miraba, como si fuera un animal extraño. Siempre lo hacían. Por lo general no les hacía caso, pero ese día sus miradas sólo hacían que estuviera más seguro de su decisión. Llegó a la estación de metro y pidió un boleto de ida únicamente, pues no pensaba volver.
El andén estaba algo lleno para esa hora, sin embargo eso no pareció ser un inconveniente; tal vez si había gente viéndolo se sentirían un poco culpables. Un poco de nerviosismo lo atacó, pero supo disimularlo y concentrarse en su objetivo.
Vio la pequeña pantalla que colgaba del techo… quince minutos… sólo quince minutos para la llegada del tren… quince minutos y la cara de ira y decepción de sus padres aparecía con cierto aire de tristeza en su cabeza.
Diez minutos… y la imagen de su jefe echándolo apareció de la nada en su cerebro… diez minutos y las voces de sus profesores reprendiéndolo por su bajo rendimiento sonaron con fuerza en sus oídos.
Cinco minutos… la escena de su novia besándose con su mejor amigo no tardó en aparecer, acompañada del estúpido “esto no es lo que parece” de ella y de la risita burlona de él.
Un minuto… y después de saltar… ¿qué? Y todas esas metas inconclusas ¿qué? ¿Realmente era mejor escapar en ese momento? ¿Cómo quedaría su imagen si lo abandonaba todo a ese punto?... Sonrió…
Caminaba con paso firme de vuelta a casa, con una gran sonrisa en su cara. Ver la pequeña luz del tren aparecer por el túnel fue, de alguna manera, revelador para él. Se dio cuenta de que la verdadera diversión de la vida estaba en todos los problemas que ésta traía consigo… de resolverlos. De mantener sus sueños en mente y abrirse paso entre la adversidad para lograr el éxito.
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