Buenas noches, amigo del alma.
Espero que estés bien en esta fría noche; noche extremadamente fría, a mi parecer, para ser una noche de verano... ¿o es otoño ya? La verdad no estoy seguro. No estoy seguro de nada por estos días. No puedo estar seguro ni de mis palabras, aunque las esté escribiendo, como ahora, y pueda revisarlas más adelante. No puedo estar seguro de nada que surja de mi mente, pues mi mente ya está expirando. No puedo estar seguro ni siquiera de haberte saludado. Buenas noches, hermano, amigo del alma. Qué noche tan fría en esta primavera.
Frente a mi, en mi escritorio, veo un montón de cartas con tu nombre. No puedo estar seguro de si son cartas que me has enviado y no me he dispuesto a leer, o son cartas que te he escrito y no he tenido la lucidez de enviarte. Cualquiera que sea el caso, no las he abierto, pues me aterra su contenido. Me aterra el hecho de que esas cartas confirmen mi creciente demencia.
Veo esas cartas y por alguna razón recuerdo a tu madre. Qué grandiosa mujer. ¿Podrías saludarla de mi parte? Tienes suerte de la madre que tienes, tan sabia, tan audaz, siempre con el comentario adecuado en el momento adecuado. Tu madre... Cómo lamento su muerte. Parece mentira que haya pasado tanto tiempo desde que murió. Oh, qué consuelo me traería escuchar los consejos de tu madre, como los escuchaba hace un par de días. Qué consuelo le traería a esta mente divagante escuchar sus consejos.
Espero que estés bien, hermano, tú y los tuyos. Supe de tu nuevo hijo. Otro varón. Qué dicha. Espero que caigan sobre él todas las bendiciones del cielo. Tu madre ha de estar emocionadísima por su nuevo nieto. Tu madre... Qué mujer... Salúdala de mi parte.
Amigo has de saber que me encuentro perdido. Perdido en mis pensamientos, perdio en mis palabras, perdido en mis recuerdos... Y mis recuerdos se me pierden mientras trato de ubicarme. Desearía haber muerto antes de entrar en este infierno. No tienes idea de lo desesperante que es. Estoy perdido, hermano mío. No me encuentro ni en mi arte. No reconozco mi letra, mis trazos. Casi no reconozco mi rostro y apenas puedo reconocer las voces de las personas con las que vivo. Es un infierno.
Amigo, ¿recuerdas aquella tarde invernal, no muy diferente de esta, cuando reíamos y bromeábamos sobre nuestro futuro? Éramos jóvenes y ambiciosos. Sólo deseábamos un retiro tranquilo y disfrutar de la gloria de nuestras obras. Yo no puedo cumplir ese sueño, pues mis propias obras me resultan ajenas. Ojalá tú sí puedas...
Dicen que nadie muere de verdad, ni nada está totalmente destruido, mientras haya alguien que le recuerde. Pues bien amigo en mío, en ese caso yo soy la muerte entonces, pues en mí mueren todos los recuerdos. No existen las memorias.
Ahora me encuentre frente a esta hoja de papel con tu nombre en el encabezado y supongo que te estoy escribiendo una carta... ¿o ya la había terminado? De cualquier manera, buenas noches, amigo del alma. Una noche extremadamente fría, a mi parecer, para ser una noche de verano... ¿o es otoño ya? La ver dad, no estoy seguro...
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