La ciudad está herida. Tiene grietas
en las calles. De las grietas brotan personas,
se apelotonan unas sobre otras, se respiran
en las nucas,
se manotean y se golpean los pechos
unos a otros con ritmos primitivos.
La ciudad está herida. Tiene cráteres enormes en el asfalto.
Ventanas vertiginosas
que se asoman a mundos
inexplorados. Pozos sin fondo en los que los conductores
lanzan sus maldiciones como
monedas,
esperando que se les cumpla un
deseo.
La ciudad está herida. La fiebre no
se le baja con ningún trapo caliente,
sigue viendo duendes en las
esquinas, espectros en los callejones,
fantasmas en Miraflores.
La ciudad está herida. En su
desesperación intenta buscarles salida a los habitantes.
Les inserta el gusanillo de la
diáspora,
los hace delirar con futuros
fáciles en otras ciudades heridas.
La ciudad está herida.
Poco a poco se desangra.
Poco a poco se resigna.
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