Domingo, nueve
de la noche. Quién Quiere Ser Millonario
hace su entrada triunfal en el televisor de la sala. Eladio Lares aparece,
llevando a las viejitas noveleras a un éxtasis total. El presentador anuncia el
número de teléfono al que deben comunicarse los aspirantes a hacer el ridículo
en televisión nacional.
- El otro número
era más fino, ¿verdad? Tenían hasta una cancioncita y todo.
- Ujum…
- ¿Cómo es que
era? Cero nueve cero cero, uno siete dos,
ocho ocho, ¡ocho ocho!
- ¿Esas son las
mariqueras que haces donde tu mamá?- interrumpe-. ¿Cantar los números? ¿Eso te
ayuda en algo en el liceo, al menos?
La discusión
termina. Vuelven al silencio hipnótico de los televidentes, cada quien en su
esquina del sofá.
El primer
participante es despachado en la segunda pregunta. No supo completar un refrán
popular. Por más que todas las doñas se lo gritaran con desenfreno. Nada.
Comodín de la audiencia, cincuenta-cincuenta, llamar a un amigo aún más bruto.
Adiós. La vuelta de la mente más rápida. El siguiente.
- Por el camino
que llevas, vas a terminar como ese idiota- ríe de forma grotesca, burlona,
hiriente.
- Mejor así que
como tú. Al menos él tiene la valentía de salir en la televisión e intentarlo.
¿Tú qué?
- ¿Ves que eres
un imbécil?- el control remoto vuela de un lado del sofá al otro, para aterrizar con un golpe seco en el
temporal del muchacho-. Pásame la vaina esa.
Silencio de
nuevo. La audiencia ríe con las ocurrencias del participante de turno. Parece
ir mejor que su predecesor. Cualquier podría hacerlo mejor, a decir verdad.
Mientras Eladio
anuncia los comerciales, en la calle se desata una discusión bastante
acalorada. Voces molestas de hombres y mujeres llegan con nitidez a toda la
cuadra, valiéndose del silencio de la noche dominguera para magnificarse.
Botellas rotas, insultos, llantos de niños. Todo se escucha tan claro como si
estuviera saliendo del televisor también. La reacción natural es asomarse por
la ventana para chismear cuál es la causa del revuelo.
- Tremendo beta-
anuncia el muchacho, corriendo hacia la ventana.
- ¿Tremendo
beta? ¿Eso es lo que aprendes con el idiota del novio de tu mamá? Tremendo
beta… ¿qué coño significa esa vaina? Tremendo beta…
Gilberto Correa
promociona la misma empresa de seguros de siempre. Vestido de blanco, con más
botox que sangre, con movimientos robóticos, con una sonrisa acartonada. Es
como si siguiera trabajando desde el más allá. Nadie sabe a ciencia cierta si
el hombre está vivo o muerto.
- Se van a matar
ahí- el joven sigue viendo hacia la calle. Un dejo de emoción en su cara. Al
fin un domingo interesante.
- Ujum…
- Creo que uno
de los tipos tiene una pistola y todo, papá. Varios tienen pistolas, en
realidad. Qué loco…
- Vente pues. Ya
va a empezar la vaina.
- ¿No vas a
llamar a la policía?- pregunta mientras se sienta.
- Bien bueno…-
se gira hacia el muchacho. Una sonrisa incrédula curvea su boca hacia arriba.
Sus brazos se cruzan sobre el pecho macilento y descansan apoyados en la
barriga perfectamente redonda- ¿Dónde crees tú que vives? ¿En Suiza?- otra vez
la risa grotesca.
La promoción de
una novela miamera llena el silencio.
- Yo escuché que
en Suiza no hace falta ni policía, por lo ordenados que son- murmura el
muchacho.
- Y yo escuché
que a la gente que no hace nada con su vida se le caen las bolas. Así que ve
pendiente por la calle, pajúo.
- No joda.
Entonces tú debes andar con las manos en el pantalón siempre.
Vuelve a
aparecer Eladio Lares en la pantalla, con la música característica del
programa. Al tiempo, suena el primer disparo y los gritos desesperados de
mujeres y niños. Luego el segundo. El tercero. Se desata la balacera como una
lluvia decembrina. Se escuchan las ventanas de todos los vecinos del edificio
cerrarse en un mismo movimiento ya ensayado muchas veces.
- Súbele
volumen, bobo grande, que no escucho la pregunta…
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